La violencia invade el fútbol gallego
Los árbitros son el objeto de muchas de las agresiones cometidas en el fútbol. En ocasiones, se llega al extremo e incluso un colegiado menor de edad tuvo que ser atendido por los golpes recibidos cuando pitaba un duelo de Segunda juvenil entre el Santa María del Mar y el Liceo Monelos. Semanas antes, otro árbitro, de catorce años de edad, denunció que había sido golpeado al final de un choque de infantiles entre el Alerta y el Ponteareas.
En ocasiones, el balón ya no sirve ni de móvil para la agresión, que se produce mucho después del final del partido. A principios de año, un jugador del Coristanco juvenil subió al bus del Corme para golpear a un futbolista rival.
Hace doce meses, la asociación de clubes de Ferrol y comarca celebraron una reunión en Caranza en la que pidieron a sus afiliados una profunda reflexión sobre el problema de la violencia en el fútbol, ante el aumento del número de agresiones vinculadas a la práctica del deporte.
Sin embargo, los organismos competentes continúan sin tomar medidas, y se trasladan las responsabilidades de unos a otros dejando pasar el tiempo mientras se reproducen las agresiones en los campos de fútbol de Galicia.
Un chabal de 14 años no debiria pitar un partido de chabalas de 16,17 e incluso 18 años aun cuando se sabe que son equipos conflictivos.
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