Para el árbitro no hay crisis
Antoni García, secretario del Comité de Árbitros de Cataluña, explica cuáles son los seis requisitos básicos para apuntarse en su Comunidad al curso de formación: tener residencia en Cataluña, un mínimo de 14 años y un máximo de 28; certificado médico para la práctica deportiva y no haber sido sancionado con una falta grave por los órganos de justicia deportiva, ni haber sido expulsado por ninguna organización de este tipo. «Hay suficientes árbitros y bastante demanda de inscripción para los cursos, lo que nos permite seleccionar el perfil de colegiados que van a entrar en la organización». El límite de edad para ascender a Segunda B es de 34 años. La juventud, en este caso, es un grado... físico.
El factor económico es, en la mayoría de los casos, el desencadenante de la práctica arbitral. El promedio de actuaciones en Cataluña es de dos partidos por colegiado y semana, y en torno a los 90 euros de ingresos. La cifra aumenta según las categorías.
Pero no todo son ventajas en el arbitraje. Recriminaciones, insultos, abucheos e incluso agresiones forman parte de la vida de un colegiado. Javier Castellanos, que pita desde muy joven y ahora lo hace en la Tercera Regional de Aficionados, se sincera: «A veces no merece la pena. Soportas bajas temperaturas, tienes que recorrer muchos kilómetros y enfrentarte a partidos difíciles. No es que se pase mal, pero no estás a gusto. También hay días en que terminas bastante contento. Esta profesión tiene una de cal y otra de arena».
Lo complicado no es saltar al campo y plantar cara a las adversidades. Las nuevas remesas de árbitros exigen un cuidado riguroso a los veteranos, por ello lo más difícil es mantenerse. «Cuando entras en algo por dinero, a los tres años, máximo, sales de ahí. Si lo tomas como ‘‘hobby’’, aguantas; si lo haces por necesidad, en el momento en que tu situación personal o económica cambia, te vas», cuenta Castellanos, que se toma su trabajo como una afición que le ayuda a hacer deporte, a distraerse los fines de semana y a conocer nuevos lugares.
El acceso desde Tercera de Aficionados a la Tercera División es el salto más difícil. Los aspirantes deben superar exigentes pruebas físicas y técnicas cada tres meses y ser de los tres mejor valorados de su grupo autonómico. Es tan difícil subir como fácil descender. Si cruzan la barrera, las tarifas irán en aumento y la carrera arbitral será una solución magnífica para conseguir ingresos adicionales que pueden resultar vitales.
Un árbitro de Segunda División cobra alrededor de 5.000 euros mensuales, es decir, 1.200 euros por partido, lo que conllevaría unos ingresos anuales de 75.000 euros brutos.
José Núñez Manrique, ex árbitro de Primera y analista de LA RAZÓN, confiesa que el momento en que él se colegió era muy diferente al actual. No lo hizo por vocación. «No sé si existe la vocación de árbitro», dice; él eligió esta profesión por afición al deporte. Jugaba en Tercera División y una lesión le impidió progresar. Dejó el fútbol, no los terrenos de juego. Con 23 años empezó a ejercer como árbitro de alevines y cadetes, hasta consagrarse en la Primera División con el máximo sueldo al que los colegiados pueden optar. Un árbitro de Primera percibe 3.200 euros por partido, lo que equivaldría aproximadamente a unos 10.000 euros mensuales por tres partidos arbitrados. Teniendo en cuenta que dirigen entre 17 y 20 encuentros, además de los de Copa del Rey, se estaría hablando de unos 150.000 euros brutos anuales. Aquí, es evidente que la crisis pasa de largo.
Sobre el aumento de árbitros, Núñez Manrique cree que es un arma de doble filo: «Por un lado, a mayor cantidad, mayor calidad; pero, por otro, existe gente que sólo ejerce la profesión por dinero, que antepone el dinero al deporte». Entiende que debido a la crisis ha aumentado el número de colegiados. Cuenta el caso de compañeros suyos que dejaron de arbitrar y se buscaron otro oficio; pero que a causa de la crisis se quedaron sin trabajo y han vuelto a ejercer como árbitros. No es su caso. Desde que empezó no dudó ni un momento que quería dedicarse a ello, ama la profesión, aunque reconoce que se pasa mal. «Los méritos siempre son para los jugadores y los deméritos, para los árbitros. Eso nunca cambiará».
Si los árbitros llegan a la élite resuelven su vida. Uno de Segunda gana 5.000 euros mensuales, 75.000 por temporada, 17.000 menos que el presidente del Gobierno (92.000). Uno de sus asistentes, 1.700. El salario mínimo interprofesional es de 630 euros mensuales... Si no hay vocación arbitral, puede que enfangarse en campos de tierra, para empezar, no compense, ni la dedicación, la tensión y, a veces, la incomprensión que el arbitraje implica.
Tres partidos el fin de semana
El factor económico es, en la mayoría de los casos, el desencadenante de la práctica arbitral. El promedio de actuaciones en Cataluña es de dos partidos por colegiado y semana, y en torno a los 90 euros de ingresos. La cifra aumenta según las categorías.
Pero no todo son ventajas en el arbitraje. Recriminaciones, insultos, abucheos e incluso agresiones forman parte de la vida de un colegiado. Javier Castellanos, que pita desde muy joven y ahora lo hace en la Tercera Regional de Aficionados, se sincera: «A veces no merece la pena. Soportas bajas temperaturas, tienes que recorrer muchos kilómetros y enfrentarte a partidos difíciles. No es que se pase mal, pero no estás a gusto. También hay días en que terminas bastante contento. Esta profesión tiene una de cal y otra de arena».
Lo complicado no es saltar al campo y plantar cara a las adversidades. Las nuevas remesas de árbitros exigen un cuidado riguroso a los veteranos, por ello lo más difícil es mantenerse. «Cuando entras en algo por dinero, a los tres años, máximo, sales de ahí. Si lo tomas como ‘‘hobby’’, aguantas; si lo haces por necesidad, en el momento en que tu situación personal o económica cambia, te vas», cuenta Castellanos, que se toma su trabajo como una afición que le ayuda a hacer deporte, a distraerse los fines de semana y a conocer nuevos lugares.
El acceso desde Tercera de Aficionados a la Tercera División es el salto más difícil. Los aspirantes deben superar exigentes pruebas físicas y técnicas cada tres meses y ser de los tres mejor valorados de su grupo autonómico. Es tan difícil subir como fácil descender. Si cruzan la barrera, las tarifas irán en aumento y la carrera arbitral será una solución magnífica para conseguir ingresos adicionales que pueden resultar vitales.
Un árbitro de Segunda División cobra alrededor de 5.000 euros mensuales, es decir, 1.200 euros por partido, lo que conllevaría unos ingresos anuales de 75.000 euros brutos.
José Núñez Manrique, ex árbitro de Primera y analista de LA RAZÓN, confiesa que el momento en que él se colegió era muy diferente al actual. No lo hizo por vocación. «No sé si existe la vocación de árbitro», dice; él eligió esta profesión por afición al deporte. Jugaba en Tercera División y una lesión le impidió progresar. Dejó el fútbol, no los terrenos de juego. Con 23 años empezó a ejercer como árbitro de alevines y cadetes, hasta consagrarse en la Primera División con el máximo sueldo al que los colegiados pueden optar. Un árbitro de Primera percibe 3.200 euros por partido, lo que equivaldría aproximadamente a unos 10.000 euros mensuales por tres partidos arbitrados. Teniendo en cuenta que dirigen entre 17 y 20 encuentros, además de los de Copa del Rey, se estaría hablando de unos 150.000 euros brutos anuales. Aquí, es evidente que la crisis pasa de largo.
Sobre el aumento de árbitros, Núñez Manrique cree que es un arma de doble filo: «Por un lado, a mayor cantidad, mayor calidad; pero, por otro, existe gente que sólo ejerce la profesión por dinero, que antepone el dinero al deporte». Entiende que debido a la crisis ha aumentado el número de colegiados. Cuenta el caso de compañeros suyos que dejaron de arbitrar y se buscaron otro oficio; pero que a causa de la crisis se quedaron sin trabajo y han vuelto a ejercer como árbitros. No es su caso. Desde que empezó no dudó ni un momento que quería dedicarse a ello, ama la profesión, aunque reconoce que se pasa mal. «Los méritos siempre son para los jugadores y los deméritos, para los árbitros. Eso nunca cambiará».
Si los árbitros llegan a la élite resuelven su vida. Uno de Segunda gana 5.000 euros mensuales, 75.000 por temporada, 17.000 menos que el presidente del Gobierno (92.000). Uno de sus asistentes, 1.700. El salario mínimo interprofesional es de 630 euros mensuales... Si no hay vocación arbitral, puede que enfangarse en campos de tierra, para empezar, no compense, ni la dedicación, la tensión y, a veces, la incomprensión que el arbitraje implica.
Tres partidos el fin de semana
Riesgos corren los árbitros de Primera División, y los de Tercera Regional. Javier Castellanos, 36 años, arbitra en aficionados. Empezó muy joven, estudiaba y obtenía un dinero extra. Según él, los nuevos árbitros, en su mayoría, pitan por el factor económico. Hay españoles y un gran número de hispanoamericanos. «En la actualidad, poca gente tiene vocación de árbitro», confiesa. En esta categoría y en la territorial madrileña, los árbitros perciben 112 euros por partido y suele ser habitual que cada fin de semana dirijan más de un encuentro, incluso tres. «Empiezan los domingos a las nueve de la mañana y a algunos se les ve cansados por la tarde», comenta un delegado. En el peor de los casos, el beneficio no baja de los 419 euros mensuales, que puede multiplicarse por tres (1.257 €) e incrementarse con los 0,19 euros que cobran por kilómetro.
Noticia:http://www.larazon.es/
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