El fútbol sobrevive en la nevera

LAS bandas de los campos de fútbol se congelaron el pasado fin de semana. También lo hicieron el césped, los jugadores, los árbitros y los entrenadores. Todos se quedaron helados. El termómetro navarro se desplomó el domingo en Pamplona hasta los -7 ºC, el segundo día del año más frío de todo el invierno. Pero a ellos les dio igual. Cogieron sus bártulos como cada fin de semana y se presentaron en los campos de fútbol como fieles incondicionales.

Unos por trabajo, otros por afición.
Iñaki Otondo Irurita es portero del Pamplona de Tercera desde hace 6 años y sabe bien lo que es frío. Mientras los aviones sobrevuelan sus cabezas en Noáin, los aficionados se pegan al muro del Bidezarra para encontrar el calor. "Aunque parezca que se pasa frío, yo estoy enchufado, metido en el partido, y se me olvida", cuenta el guardameta. El sábado, en su encuentro ante el Ardoi, portaba unas mayas, una camiseta térmica, y no paraba de animar a sus compañeros con gritos. "Los días que hace más frío, hago un calentamiento más duro para entrar en calor y durante el partido, caliento para no quedarme frío", cuenta.
Javier Aquerreta, médico del Amaya Sport desde hace 25 años, aconseja "hacer un buen calentamiento e ir abrigado para no desarrollar tendinitis o problemas musculares", ya que "las articulaciones son lo que más sufren con el frío". Pero no vale cualquier prenda. El médico recomienda "fibras modernas que mantengan el calor y dejen traspirar".
Unai Jáuregui Ganuza, entrenador de Iñaki Otondo en el Pamplona, sigue las indicaciones de Aquerreta a la perfección. El sábado llevaba unos guantes, un gorro y una camiseta térmica, pero gritó menos de lo habitual. "Estaba tiritando. No tenía fuerzas ni para chillar a los jugadores. Estaba como paralizado", explica. Su solución, "moverse en el banquillo para no quedarse frío". Dentro, los jugadores suplentes "se pegaban por las mantas para no quedarse fríos".
Una fidelidad heladora

Los aficionados lo tienen todavía peor. No tienen mantas ni camisetas térmicas y esperan el calor de los goles plantados en la banda. Los buenos seguidores, como Martín Saralegui Otermin, se han hecho inmunes a las inclemencias del tiempo. Sus citas para ver al Iruña en Paternáin son ineludibles. Siempre con su txapela y el pin del equipo. "Como Osasuna anda de capa caída, nos animamos más a ver a los chavales", cuenta Saralegui, "pero en Paternáin pega el frío por todos los sitios, un aire más sano...". Los fines de semana, no ve casi a su mujer y para los partidos procura ponerse una bufanda. "Y de vez en cuando, me tomo un carajillo. Con eso ya voy aguantando. Hago esto por afición al club, por entretenimiento".
Pero la cosa no termina aquí. El árbitro, actor fundamental, sufre el frío en su propia carne. Miguel Ángel Vila Sánchez es colegiado de Tercera División y el sábado arbitró en la Txantrea. Debajo llevaba dos camisetas. "He arbitrando partidos nevando en los que sentía cada copo. Pero el linier siempre sufre mucho más que el árbitro. Si un equipo está todo el rato atacando, el linier se queda helado", explica Vila. Y hasta que la primavera llegue, a todos ellos les quedan unos meses de aguantar. De guantes, mantas y duchas calientes. 
Noticia e Imagen:http://www.diariodenavarra.es/


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