Objetivo o subjetivo
La objetividad es el valor de ver los partidos como son y no
como queremos que sean, nos permite tomar decisiones más eficientes,
mejora las relaciones con los jugadores, tiene un impacto positivo
en el entorno competitivo, permite a los árbitros ser más justos
con los deportistas y siempre les abre puertas. La lucha de un
silbato por ser objetivo implica el ceder un poco ese "Yo" que a
veces pesa tanto. En ocasiones no es orgullo, ni soberbia, sino que simplemente
se tiene una tendencia natural a creer por ser árbitros que se tiene siempre la
razón. Por el contrario ser subjetivo es cuando un árbitro juzga solamente
desde su punto de vista.
Evaluación constante
El árbitro es una compleja mezcla de sentimientos, raciocinio,
experiencia y aprendizaje, todos estos elementos pueden brindarle a un silbato
una percepción de la realidad que puede estar equivocada. No obstante, si
evalúa siempre que existe la posibilidad de estar errado, esta acción le
permitirá ser más certero y apreciar todo con mayor objetividad. Cuando
es subjetivo, se centra en las circunstancias y no en los problemas,
observa las cosas superficiales, pero no el fondo. Probablemente todos
conozcamos a alguien que comete un error al no juzgar correctamente, pero
tanto jugadores como árbitros discuten Aferrándose a su propia visión.
Valor importante
Ser objetivo es todo un reto, pues exige al juzgador ver los
problemas y las situaciones con un enfoque que equilibre adecuadamente emoción
y razonamiento, esto por supuesto es complicado cuando se tiene que tomar
decisiones instantáneas y cuando hay terceros que quieren influir en estas. Así
el valor de la objetividad es tan importante, ya que nos permite dar su justo
peso a los acontecimientos y obrar de una forma coherente; una de las formas
más eficientes de vivir el valor de la objetividad es viendo las
incidencias del juego desde todas las perspectivas posibles.
Tenga en cuenta
En ocasiones quien juzga está inmerso en problemas en los
que no logra ver la solución, por obvia que parezca, en otras ocasiones se
aferra al orgullo o a un juicio equivocado por no contar con toda la
información necesaria. Para vivir este valor siempre es conveniente, no
permitir que las circunstancias o los jugadores nublen el hecho central que es
la dirección correcta de un partido; tener en cuenta que las percepciones son
fundamentales para el árbitro, pero no son el único factor para evaluar una
falta, un inconveniente, problema o situación; y por último, no precipitarse en
los juicios, quien es objetivo razona, observa, escucha y concluye con base a
información certera.
Menos apasionamiento
Un árbitro objetivo siempre es apreciado porque genera a su alrededor
un sentido real de tranquilidad y de justicia. El valor de la objetividad,
además de ahorrarnos muchos dolores de cabeza, puede hacer de cada
árbitro un mejor juzgador, pero lo esencial es que puede hacer de él
una mejor persona, en este proceso escuchar la opinión de árbitros
con experiencia y desinteresados permite observar las cosas con menos
apasionamiento y con mayor objetividad. De acuerdo a lo anterior puede usted
afirmar con plena seguridad si al juzgar los partidos es ¿objetivo o subjetivo?
Artículo escrito por José Borda
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