Ecuador pita en Asturias
El arbitraje es una forma como otra cualquiera de vivir el fútbol por
dentro, de ser participe de un deporte que no conoce fronteras y que
entusiasma igual en Oviedo y en Ecuador. Es, por lo tanto, el fútbol, y
por ende el arbitraje, uno de los caminos más fáciles y efectivos que
puede encontrar un emigrante a la hora de integrarse cuando llega a un
nuevo país.
Así ha sido para dos colegiados ecuatorianos que ejercen actualmente en Asturias: Edwin César Salas Chicaiza y Kevin Andrés Ordóñez Segovia. El primero es ya todo un veterano de los campos asturianos, por los que lleva pitando siete años; mientras que el segundo, un joven de 17 años, está en su segunda temporada desde que se sacó el título y sueña con llegar lo más lejos posible en este mundo, a veces algo ingrato.
La historia de Salas, al margen del arbitraje, es como la de muchos otros trabajadores españoles. A los años de bonanza les ha seguido un bache que se alarga demasiado en el tiempo y que empieza a preocuparle. El paro se le agota y la construcción, sector del que ha vivido durante los 12 años que lleva en España, sigue de capa caída. Tiene Salas en el arbitraje una vía de escape para los problemas y una fuente de ingresos que, aunque modesta, no se puede desdeñar en estos tiempos. Emprendedor, este ecuatoriano de Santo Domingo de La Colorada, no se deja vencer por el pesimismo y se plantea montar un negocio con el dinero ahorrado. Buscar una forma de ganarse la vida por sus propios medios.
«Ahora estoy en el paro. Hace un año trabajaba en la construcción y con la crisis... Estamos muy apretados y ando buscando algo. Incluso me estoy planteando montar una cosa propia, un negocio», explica con vitalidad Salas. Y es que tiene que sacar adelante a su pequeño de 20 meses y necesita algo que le ayude a subsistir: «Hay que pagar la hipoteca, la guardería y todos los gastos, que no son pocos. Tras un año de paro la cosa empieza a ponerse difícil», explica. Aunque a Salas no le sale de la cabeza montar su propio negocio, reconoce que «piden mucho por los traspasos. Y luego esa inversión ...».
Lo que es seguro es que cuando llegue el fin de semana este exjugador del ADAC, equipo en el que militaba antes de venir a España, saltará al césped para dirigir encuentros de categorías inferiores y asistir a alguno de los árbitros del colegio de Oviedo en Tercera división. Salas no tiene ninguna duda de que el arbitraje le ha ayudado a integrarse en Asturias, a ser uno más. «Me conoce mucha gente por lo de pitar, de haberme visto en el campo. Con el tiempo haces amistad con jugadores y con el resto de árbitros», explica con orgullo.
Este ecuatoriano también tiene el aguante suficiente como para llevar a cabo la labor arbitral. No es fácil para algunos soportar los insultos, descalificaciones y amenazas que tiene que escuchar un árbitro, pero aguantar es un requisito imprescindible de este oficio. «Hay gente que no lo lleva bien y lo deja a los dos días. He visto a gente decir que no se acostumbra después de haber hecho todo el proceso que se requiere para llegar a ser árbitro», explica Salas.
Porque ser árbitro no es tan fácil. Además de «callar y no hacer caso» y si es necesario «quedarte en la caseta del vestuario hasta que venga la Guardia Civil», Salas y todo aquel que quiera ser árbitro ha de pasar por unas pruebas físicas y teóricas. «Cuando yo hice el curso -ahora ha cambiado- eran tres meses de clases teóricas presenciales y luego tenías que pasar un examen teórico y otro físico», explica el ecuatoriano.
A lo largo de sus siete años pitando Edwin Salas ha visto como el arbitraje se ha convertido en una labor mucho más apetecible de lo que era antes. Como de los alrededor de cuarenta que eran cuando el empezó ahora han pasado a ser un centenar largo de colegiados en Oviedo. «Ahora se pita muy poco, uno o dos partidos cada fin de semana». A pesar de todo, Salas reconoce que mucha gente le pregunta qué hay que hacer para ser árbitro: «Chavales que trabajaban conmigo en la obra me pregunta cómo se hace uno árbitro». Y es que cuando no hay trabajo cualquier ingreso es bueno. Lo que, según Salas, no hay ya es gente de su país que quiera ser árbitro: «Gente de mi país quedan muy pocos comparados con los que había antes. Se han ido muchos y este verano se van muchos más. Hay gente que está vendiendo todo para irse».
No es el caso de Salas. Su mujer sí tiene trabajo y tras doce años no se ve fuera de España. «La seguridad que tengo aquí no la tengo allá», dice, y añade una reflexión: «No hay que venir solo a lo bueno. Hay que estar en las vacas gordas y en las flacas».
También de Ecuador llegó Kevin Ordóñez, un joven de 17 años que se decidió por el arbitraje hace un par de años. Ordóñez lleva en España desde los 10 años y fue su padre el que le dio la idea de decantarse por el arbitraje. Le hizo caso, realizó el cursillo de mes y medio y luego pasó las pruebas físicas y teóricas. Unas pruebas que no todo el mundo es capaz de superar: «Conozco a bastantes que no aprobaron tras hacer el cursillo. Hay que entrenar para pasar las pruebas y cuando eres árbitro seguir entrenando», explica.
Ortega con «llegar lejos» en unos cuantos años. Pero, de momento, para la próxima campaña espera pasar de juveniles a Regionales. Como Salas, Ortega también lleva bien los insultos que se vierten contra los árbitros. Aunque reconoce que un día la cosa estuvo cerca de pasar a mayores: «En La Pixarra estaba pitando y saltó un aficionado al campo a increparme. Pasas un poco de miedo pero enseguida me defendieron y no pasó nada grave».
Por suerte los padres de Ortega no se encuentran en la situación de su compatriota y compañero Edwin Salas y tienen trabajo, aunque ambos estuvieron un tiempo en el paro. Aún así a este joven árbitro los ingresos que percibe por dirigir partidos le sirven para echar una mano pagándose sus propios gastos: «Con esto me defiendo económicamente y no tengo que tirar tanto de mis padres». Además, aunque el árbitro nunca fue el personaje más popular del fútbol, las cosas han cambiado bastante: «Mis amigos del instituto me preguntan qué tienen que hacer para ser árbitros. Les interesa y un dinero extra el fin de semana no viene mal».
Así ha sido para dos colegiados ecuatorianos que ejercen actualmente en Asturias: Edwin César Salas Chicaiza y Kevin Andrés Ordóñez Segovia. El primero es ya todo un veterano de los campos asturianos, por los que lleva pitando siete años; mientras que el segundo, un joven de 17 años, está en su segunda temporada desde que se sacó el título y sueña con llegar lo más lejos posible en este mundo, a veces algo ingrato.
La historia de Salas, al margen del arbitraje, es como la de muchos otros trabajadores españoles. A los años de bonanza les ha seguido un bache que se alarga demasiado en el tiempo y que empieza a preocuparle. El paro se le agota y la construcción, sector del que ha vivido durante los 12 años que lleva en España, sigue de capa caída. Tiene Salas en el arbitraje una vía de escape para los problemas y una fuente de ingresos que, aunque modesta, no se puede desdeñar en estos tiempos. Emprendedor, este ecuatoriano de Santo Domingo de La Colorada, no se deja vencer por el pesimismo y se plantea montar un negocio con el dinero ahorrado. Buscar una forma de ganarse la vida por sus propios medios.
«Ahora estoy en el paro. Hace un año trabajaba en la construcción y con la crisis... Estamos muy apretados y ando buscando algo. Incluso me estoy planteando montar una cosa propia, un negocio», explica con vitalidad Salas. Y es que tiene que sacar adelante a su pequeño de 20 meses y necesita algo que le ayude a subsistir: «Hay que pagar la hipoteca, la guardería y todos los gastos, que no son pocos. Tras un año de paro la cosa empieza a ponerse difícil», explica. Aunque a Salas no le sale de la cabeza montar su propio negocio, reconoce que «piden mucho por los traspasos. Y luego esa inversión ...».
Lo que es seguro es que cuando llegue el fin de semana este exjugador del ADAC, equipo en el que militaba antes de venir a España, saltará al césped para dirigir encuentros de categorías inferiores y asistir a alguno de los árbitros del colegio de Oviedo en Tercera división. Salas no tiene ninguna duda de que el arbitraje le ha ayudado a integrarse en Asturias, a ser uno más. «Me conoce mucha gente por lo de pitar, de haberme visto en el campo. Con el tiempo haces amistad con jugadores y con el resto de árbitros», explica con orgullo.
Este ecuatoriano también tiene el aguante suficiente como para llevar a cabo la labor arbitral. No es fácil para algunos soportar los insultos, descalificaciones y amenazas que tiene que escuchar un árbitro, pero aguantar es un requisito imprescindible de este oficio. «Hay gente que no lo lleva bien y lo deja a los dos días. He visto a gente decir que no se acostumbra después de haber hecho todo el proceso que se requiere para llegar a ser árbitro», explica Salas.
Porque ser árbitro no es tan fácil. Además de «callar y no hacer caso» y si es necesario «quedarte en la caseta del vestuario hasta que venga la Guardia Civil», Salas y todo aquel que quiera ser árbitro ha de pasar por unas pruebas físicas y teóricas. «Cuando yo hice el curso -ahora ha cambiado- eran tres meses de clases teóricas presenciales y luego tenías que pasar un examen teórico y otro físico», explica el ecuatoriano.
A lo largo de sus siete años pitando Edwin Salas ha visto como el arbitraje se ha convertido en una labor mucho más apetecible de lo que era antes. Como de los alrededor de cuarenta que eran cuando el empezó ahora han pasado a ser un centenar largo de colegiados en Oviedo. «Ahora se pita muy poco, uno o dos partidos cada fin de semana». A pesar de todo, Salas reconoce que mucha gente le pregunta qué hay que hacer para ser árbitro: «Chavales que trabajaban conmigo en la obra me pregunta cómo se hace uno árbitro». Y es que cuando no hay trabajo cualquier ingreso es bueno. Lo que, según Salas, no hay ya es gente de su país que quiera ser árbitro: «Gente de mi país quedan muy pocos comparados con los que había antes. Se han ido muchos y este verano se van muchos más. Hay gente que está vendiendo todo para irse».
No es el caso de Salas. Su mujer sí tiene trabajo y tras doce años no se ve fuera de España. «La seguridad que tengo aquí no la tengo allá», dice, y añade una reflexión: «No hay que venir solo a lo bueno. Hay que estar en las vacas gordas y en las flacas».
También de Ecuador llegó Kevin Ordóñez, un joven de 17 años que se decidió por el arbitraje hace un par de años. Ordóñez lleva en España desde los 10 años y fue su padre el que le dio la idea de decantarse por el arbitraje. Le hizo caso, realizó el cursillo de mes y medio y luego pasó las pruebas físicas y teóricas. Unas pruebas que no todo el mundo es capaz de superar: «Conozco a bastantes que no aprobaron tras hacer el cursillo. Hay que entrenar para pasar las pruebas y cuando eres árbitro seguir entrenando», explica.
Ortega con «llegar lejos» en unos cuantos años. Pero, de momento, para la próxima campaña espera pasar de juveniles a Regionales. Como Salas, Ortega también lleva bien los insultos que se vierten contra los árbitros. Aunque reconoce que un día la cosa estuvo cerca de pasar a mayores: «En La Pixarra estaba pitando y saltó un aficionado al campo a increparme. Pasas un poco de miedo pero enseguida me defendieron y no pasó nada grave».
Por suerte los padres de Ortega no se encuentran en la situación de su compatriota y compañero Edwin Salas y tienen trabajo, aunque ambos estuvieron un tiempo en el paro. Aún así a este joven árbitro los ingresos que percibe por dirigir partidos le sirven para echar una mano pagándose sus propios gastos: «Con esto me defiendo económicamente y no tengo que tirar tanto de mis padres». Además, aunque el árbitro nunca fue el personaje más popular del fútbol, las cosas han cambiado bastante: «Mis amigos del instituto me preguntan qué tienen que hacer para ser árbitros. Les interesa y un dinero extra el fin de semana no viene mal».
LA NUEVA ESPAÑA continúa una semana más haciendo una radiografía del
fútbol modesto asturiano. Tras analizar la crisis por la que están
atravesando los directivos de los clubes más humildes, que en gran
número lo están dejando, y las excesivas expectativas que a veces se
depositan en los chavales que pertenecen a las categorías inferiores de
los clubes, en esta ocasión le toca el turno a los árbitros. En este
caso las cosas van bien en Asturias. La región soportó bien una época de
crisis en la que escaseaban los colegiados, y ahora disfruta con
soltura de un nuevo tiempo en el que hay colegiados de sobra. Además, la
calidad en la formación de los colegiados asturianos es de las mejores,
con un novedoso sistema de formación a través de Internet. También se
analiza cómo el arbitraje ha ayudado a algunos emigrantes ha adaptarse a
su nuevo entorno y cómo puede llegar a ser una ayuda en una época en la
que la economía flaquea.
Noticia e imagen:http://www.lne.es/
¿Qué opinas?