“Asesinato de mi tío no me atemorizó para convertirme en árbitro de fútbol’’: Carlos Ortega
El miércoles pasado el árbitro cartagenero Carlos Arturo Ortega, con
22 años de edad, se convirtió en el primer colegiado de Bolívar en
impartir justicia en el clásico bogotano, entre Santa Fe y Millonarios
por la Copa Postobón, siete años después que el deseo por convertirse en
árbitro de fútbol le surgiera luego de ser un voluntario de los Juegos
Centroamericanos 2006, trabajando como guía del grupo de árbitros de las
justas, con 16 años de edad.
Allí conoció al árbitro mexicano Marvin Torrentera, el asistente de
línea del central azteca Benito Archundia, quien le regaló un uniforme
completo para arbitrar. Ese día supo que la tradición familiar se le
atravesó de forma abrupta en el camino de la vida. Carlos Arturo es
sobrino del árbitro central Álvaro Ortega, asesinado en 1989 en la
ciudad de Medellín. Hijo de Carlos Ortega Madero, quien fue árbitro de
fútbol hasta que una lesión de tobillo, recrudecida por la agresión de
un policía en el antiguo estadio Pedro de Heredia, lo terminó por sacar
del oficio. Eso sin contar que su tío, el periodista deportivo Hegel
Ortega, también probó suerte en el arbitraje.
Una tradición familiar escrita con sangre. Sin embargo, para Carlos
Arturo su arranque no estuvo cargado de la trascendencia que ha marcado a
su apellido paterno. “Comencé motivado por los 40 mil pesos que podía
ganarme cada fin de semana arbitrando los partidos de la Liga de Fútbol
de Bolívar, para poder tener plata y sacar a mi novia los sábados”,
confesó el joven central 24 horas después de regresar del estadio El
Campín, donde hizo su primera actuación profesional.
La tragedia que marcó de por vida a la familia Ortega Madero hace 24
años, se convirtió en inspiración para él. “Decidí serlo (árbitro) para
homenajear la memoria de mi tío (Álvaro Ortega). Nunca me dio miedo por
lo que le ocurrió y mis padres tampoco lo vieron de esa manera. Ellos
estuvieron de acuerdo en que me convirtiera en lo que soy”, explicó
Ortega Jaimes.
Contador público de profesión, Carlos Arturo rompió los antecedentes:
debió pagar los tiquetes aéreos a Bogotá para ir a pitar el juego. En
muy pocas ocasiones un colegiado de la provincia es designado para un
compromiso de la Copa Postobón por fuera de su zona y obligado a hacer
un desplazamiento por avión. “Siempre pagan la plata del traslado, pero
por tierra para este tipo de designaciones. Cuando me llamaron (Comisión
Arbitral) para preguntarme que si estaba de acuerdo en su designación
para este partido (Santa Fe 1- Millonarios 1), no dudé en decir que sí”,
contó Abraham González, ex juez de línea y presidente del Colegio de
Árbitros de Bolívar. “Óscar Julián (Ruiz) cuando se enteró me llamó para
reafirmar la determinación. Me dijo que estaba bien para ver su temple
en un partido de esta índole”, agregó González, quien se retiró de la
actividad arbitral como asistente de línea, en diciembre de 2012.
Ya en el interior del estadio de la carrera 57 en la capital del
país, Ortega Jaimes decidió dar el primer paso para sacarse de encima la
ansiedad por el especial momento: “Salté al campo para calentar con mis
asistentes (Darío Alba y Juan Camilo Vaca, asistentes de la A). Las dos
hinchadas comenzaron a chiflarme y por ahí escuche un madrazo. Eso me
motivó para hacer un buen trabajo. Con eso se me fueron los nervios del
debut en Bogotá”, recordó sonriéndose.
Y es que El Campín de Bogotá
no lo trae buenos recuerdos a Carlos Arturo. Siendo niño su papá se fue a
trabajar a la oficina de Camino Vecinales, una dependencia del Estado, y
lo llevó en uno de esos días al estadio a ver un juego entre
Millonarios y Junior. “A mi mamá le rompieron la ceja con una moneda”,
recordó.
Pero llegó la hora de dejar los malos recuerdos atrás y escribir la
nueva historia. Con el pitazo inicial, Ortega sabía que tenía que
dosificar el esfuerzo por el tema de la altitud (Bogotá está a 2.600
metros sobre el nivel del mar).
“Le aconsejé que se cansara en el
calentamiento”, dijo Juan Carlos Gamarra, uno de los dos árbitros
bolivarense en la Primera División. “Si se cansaba en el previo del
juego el cuerpo lo asimila y le iba a ser más fácil encarar los 90
minutos, en especial, los primeros 15 minutos que son los más
difíciles”, le contó a EL HERALDO Gamarra, nacido en Zambrano (Bolívar).
“Comencé a esforzarme, a estar encima de la jugada. Ya comenzaba a
sentir la altura, miré el reloj y apenas iban siete minutos. Fue un duro
golpe sicológico. Me olvidé de ello y seguí adelante”, dijo.
Durante el juego recuerda que tuvo que hacer gala del carácter de su
abuelo, el viejo Hegel Segundo. “Humberto Mendoza (defensa de Santa Fe)
se quiso ganar unos metros en el cobro de una falta y rodó el balón en
una ocasión. Le dije que me volvía a hacer eso y lo amonestaría.
Recuerdo que su compañero (Germán) Centurión le alcanzó a decir: hey,
pilas que este árbitro es de carácter”, expresó.
De los retos que arrojó el clásico capitalino, recordó la caída de
Suárez, de Santa Fe, en el área de Millonarios. “Fue una acción rápida,
gracias a Dios la ubicación me permitió tomar una buena decisión. No fue
penal”.
Cuando terminó el partido, apretó los dos puños y miró al cielo en
señal de agradecimiento. El mismo cielo al que su mamá, Elizabeth
Jaimes, suplicó durante noventa minutos para que le fuera bien a su hijo
mayor.
“Después la llamé para dedicarle la actuación como uno de los
regalos del día de la madre y fue allí cuando me dijo que no vio el
juego de los nervios que tenía”, concluyó el árbitro Ortega Jaimes,
quien sumó 22 partidos como profesional del arbitraje entre el Torneo y
la Copa Postobón.
Noticia e imagen:http://www.elheraldo.co/
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