El árbitro, entre el odio y la necesidad
El árbitro comúnmente, se nos ha presentado como ese ser malvado,
arbitrario, e injusto; al cual muchas veces se le recarga la culpabilidad de la
derrota de algún equipo; este siempre acierta en las decisiones que nos favorecen,
pero en el momento que ejerce la ley en nuestra contra, es abucheado, chiflado,
y siempre se le recuerda su "pobre madre".
El árbitro es símbolo de autoridad, de ley, de
rectitud; por lo tanto, muchas veces va a actuar, defendiendo unos intereses,
pero castigando a otros. El árbitro, se ha tomado como "la figura mala del
partido", incluso se ha interpretado el color de su vestimenta, como signo
de luto, muchos se preguntarán, ¿luto por quién?, es luto por él mismo, por su
"desdichada" suerte de ser árbitro.
Sin embargo, muy pocos se han atrevido a
reflexionar acerca de la importancia del árbitro en el fútbol, ese ser que
siempre es abucheado, chiflado y hasta insultado, incluso antes de que salte a
la cancha, es parte fundamental de este deporte, este en gran medida es el que
controla y regula el partido en sí, es el que condiciona los ánimos de los
jugadores, es quien previene y castiga; sin él los partidos serian diferentes,
el tiempo lúdico encuentra una vía de conexión con el tiempo real a través de
este personaje; el árbitro, con sus implementos básicos, como las tarjetas, y
fundamentalmente el pito, es la persona que con un solo silbido, da el empujón
definitivo para que el paso del mundo y el tiempo real, a un mundo y tiempo
"irreal" comience; permitiendo la sustracción de la realidad y
reincorporación a esta.
El odio que se demuestra hacia el árbitro
podría corresponder al hecho de que este es quien ejerce la norma, la ley, el
castigo, la represión, etc., factores estos que pertenecen netamente al mundo
de lo real, de lo cotidiano, de lo productivo, del afuera del estadio; mundo
este que se pretende dejar atrás de la entrada al mismo.
El estadio como tal, podría entenderse como ese
espacio físico, "sacralizado" dentro del cual se puede observar una
gran cantidad de comportamientos, representaciones, simbologías y actos
particulares en general, de las personas que a él acuden, actos estos que en la
vida cotidiana o en cualquier lugar no son permitidos hacer ni se harían, esto
nos remite entonces a pensar el estadio como un espacio donde lo
"real" queda "aplazado" o interrumpido durante cierto
intervalo de tiempo; podría entonces decirse que "La adhesión al fútbol,
es una forma de evasión que atenta contra el acatamiento de la realidad y aleja
al hincha del interés por las urgencias políticas y económicas que la realidad
le reclama" En el afán de escapar de esa realidad política,
económica, social, e ideológica, los hinchas acuden al estadio para apoyar a un
equipo en particular, sin embargo lo que sucede en ese espacio, aparte del
apoyo al equipo, gira alrededor de poder hacer lo que comúnmente no se hace, o
como lo dice Roger Caillois a "actuar como sí" donde ese
"actuar como sí" se ve reflejado en el hecho de hacer lo que no se
es, de hacer lo "prohibido"; además estas condiciones hacen que el
estadio igualmente se considere como un lugar de ocio, entendiendo este como el
momento externo a lo productivo, al trabajo, a las obligaciones políticas o
económicas, las cuales quedan relegadas al mundo del trabajo y de la
obligatoriedad, donde el individuo busca ese elemento "faltante" para
nivelarse emocional y físicamente, el cual en el mundo productivo no encuentra.
Esta búsqueda de esa nivelación, hace que ese
"actuar como sí" se remita específicamente al mundo de lo lúdico o a
un mundo "irreal", el cual podría ser el estadio, y el fútbol como
tal, sin embargo de acuerdo a la búsqueda insaciable y necesaria de ese nivel óptimo
de relax, de ocio, se pretende que este esté marcado por permitir "el
todo" de una manera tal que resulta incluso peligrosa, en la medida de que
la búsqueda de la libertad, del esparcimiento y del permiso de hacer lo que en
la "realidad" no se puede hacer, puede causar al mismo tiempo que esa
ansiada y aheleada libertad se convierta en caos y desorden, y es precisamente
en este punto donde el árbitro se encuentra en el dilema del odio y la
necesidad del mismo, ya que durante esa experiencia de noventa minutos que dura
un partido de fútbol, y que se puede ver como un momento sublime y propio para
que la expresión del mundo de lo lúdico, lo no productivo, y lo
"irreal" cobre mayor importancia y actuación, el papel o puesta en
escena de estos factores, no va a ser completo, en el sentido de que el árbitro
como representante de la ley, la norma, aspectos políticos, económicos y otros
antes mentados, propios del mundo de "afuera" de lo "real",
de lo productivo, están representados por este y traspasan las puertas del
estadio para comenzar a interactuar en el mismo juego, donde supuestamente lo
no productivo o "irreal" cobraría toda su fuerza.
Así pues, podemos ver como el árbitro se
comporta como ese conector que no permite una desconexión completa con el mundo
real o productivo; esto me llevaría a pensar y a analizar cómo durante un
partido de fútbol, las agresiones verbales y en algunos casos físicas que le
hacen a los árbitros, lo que están reflejando en si es el odio por no permitir
que el ocio, la lúdica, lo "improductivo" y lo "irreal" se
manifiesten en un cien por ciento, ya que siempre falta ese uno por ciento para
completarse, y ese uno por ciento, sería el que establecería la diferencia
entre un desligamiento completo de "la realidad" y un reconocimiento
de un espacio como tal donde se puede actuar "como sí" pero con una
conexión o un enlace entre lo productivo y lo improductivo.
Quedaría abierta la discusión acerca de analizar el papel del árbitro
en las dinámicas no solo del juego o deporte del fútbol, sino igualmente de los
"árbitros" que en el orden de las dinámicas políticas, económicas,
ideológicas, y otras propias del mundo social giran igualmente entre el odio y
la necesidad, para basados en la teoría de los análisis de las dicotomías
podamos ir interpretando las culturas en todos sus aspectos, los simbólicos,
físicos, reales, irreales, culturales, etc.
Artículo escrito por Juan Fernando Rivera Gómez (Antropólogo
Universidad de Antioquia de Medellín) en: EFDeportes
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