El entrenamiento psicológico de los árbitros

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El fútbol sigue manteniendo el anacronismo de no utilizar las nuevas tecnologías para la mejora del desempeño de los árbitros. Algo que sí ha ocurrido, por ejemplo, en el tenis con el ojo de halcón. El fútbol actual está dominado por auténticos atletas que juegan a una velocidad endiablada demandando de los árbitros, si pretenden estar cerca de la jugada, una condición física semejante a la de los jugadores. Y no todos cumplen este requisito. Asimismo siempre se ha rodeado a los jugadores de profesionales como preparadores físicos, fisios y psicólogos deportivos. Los árbitros profesionales tienen su fisio y su preparador físico pero ¿y el entrenamiento psicológico? ¿Quién, sino el árbitro, está más expuesto al estrés de un partido?
El árbitro profesional, que no trabaja específicamente su rendimiento psicológico, suele afrontar su profesión de tres maneras:
Tipo A: el árbitro que se evade completamente de todo, desarrolla un grado de frialdad e impermeabilidad absoluta a las críticas. Sería semejante al grado de resistencia que tiene un cobrador de morosos. Es decir: “hago mi trabajo lo mejor que puedo y las críticas y consecuencias me son ajenas completamente”. Es una forma de afrontamiento válida para controlar el estrés pero inválida para lograr una mejora continua de su rendimiento que suele conducir a un estancamiento y una obstinación en su forma de actuar.
Tipo B: el árbitro que es sensible a las críticas de todo tipo, tanto las objetivas como las irracionales, e intenta que sus emociones no afecten a su desempeño. Este intento de control suele derivar en modificar su arbitraje haciendo caso a todas las opiniones sin valorar su validez y su viabilidad. Suelen ser presas fáciles a la presión mediática.
Tipo C: el árbitro que está entrenado psicológicamente y analiza sistemáticamente cada uno de sus partidos, identificando errores y diseñando acciones de mejora. Así como identificar las críticas válidas para su mejora y descartar aquellas interesadas y gratuitas.
¿En qué se nota que un árbitro está entrenando la psicología deportiva?
Mejor control de su esquema corporal: es capaz de controlar en todo momento la posición de su cuerpo en movimiento, ajustándose a unos movimientos técnicos exactos, fluidos y económicos previendo así las lesiones.
Mejora de los tiempos de reacción: fruto de un mayor control de su cuerpo (derivado de un entrenamiento específico en el programa psicodeportivo) y un aprendizaje en el manejo de los focos de atención adecuados en cada momento del partido y de la intensidad de la concentración, el árbitro mejora sus reflejos y sigue a ritmo de competición la jugada.
Mejora de la resistencia física por lograr el hábito de respirar con el 100% de capacidad pulmonar (parte básica del entrenamiento psicodeportivo) y controlar en todo momento la tensión incorrecta de los músculos.
Mejora en la toma de decisiones, cuanta más concentración más elementos ve, y en menos tiempo, en las jugadas más rápidas y complicadas. Un árbitro que lograr este grado de concentración podríamos decir que ve el partido a cámara lenta, mientras que uno que esté sobreactivado, superado por el estrés del partido, apenas puede seguir el movimiento del balón (como si una estampida de ganado le invistiera constantemente).
Mejora su comunicación y gestión de conflictos e imprevistos durante el partido.
Finalmente el árbitro entrenado psicológicamente aprende a autoevaluarse antes, durante y después del partido y a intervenir eficazmente en caso de identificar errores.
Artículo escrito  por José Ángel Caperán

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