México, el fútbol y 'el mueran los gachupines'. Por Miguel Ángel Lara
Cuentan los libros de historia mexicana que el 16 de septiembre de 1810 Miguel Hildalgo y Costilla, cura de la localidad de Dolores Hidalgo, alentó a las masas a reclamar la independencia de la España desleal a Fernando VII, con el grito “mueran los gachupines”, término con el que se conocía a los españoles instalados en México.
Ese Grito de Dolores, que se sigue conmemorando en México, formó parte también de la historia del nacimiento del fútbol en la tierra de los mayas. Como en muchas partes del mundo, los ingleses llevaron también las primeras pelotas a México. Un tal señor Blackmore importaba balones y la embajada organizaba los partidos entre sus súbditos, pero cuando estos marcharon a empuñar las armas en la Primera Guerra Mundial quedó en suelo mexicano el hombre que iba a hacer que los aztecas fueran los protagonistas: míster Percy Clifford. Ante la falta de orden y de saber jugar, su primera orden fue clara: “Metan la pelota en la portería cómo sea, con el pie, la cabeza, con la mano, con el culo… Luego ya veremos si vale o no”.
Un siglo más tarde, en plena revolución, los equipos de fútbol fueron naciendo en México, que en 1902 organizó el primer campeonato amateur (lo ganó el Orizaba, equipo de raíces escocesas). Al grito de “muerte a los gachupines” eran recibidos los dos clubes que aportó la nutrida colonia española: el Club España (fundado el 20 de marzo de 1912) y el Asturias (nació más tarde, 7 de marzo de 1918).
La política formaba parte importante en la fundación de los equipos. Los militares formaron el Marte, la clase alta dio vida al América y el Atlante nació como el equipo del pueblo, el de zapateros y albañiles. El Atlante acabó siendo el club del general José Manuel Núñez, al que se le encargó la investigación del asesinato de Leon Trotsky y hombre de confianza de Lázaro Cárdenas. Este fue el presidente mexicano que abrió la puerta a millares de exiliados españoles de la Guerra Civil y que rompió relaciones diplomáticas con la España franquista, algo que respetaron los sucesivos gobiernos mexicanos hasta que la muerte del dictador devolvió a España al círculo democrático.
Mientras la Compañía de la Luz, controlada por empresarios ingleses, juntaba en el Necaxa a los mejores jugadores del país, el general Núñez logró que el primer gran astro mexicano, Horacio Casarín, firmara por el Atlante y no por el América. El militar accedió a la petición del delantero, un trabajo en el Banco de México. Casarín vivía momentos duros ya que estuvo año y medio parado por una lesión que provocó el incendio de un estadio.
Ese episodio, llamado la ‘Quema del Parque de Asturias’, fue otro capítulo de la batalla entre mexicanos y gachupines. El 29 de marzo de 1939, Necaxa, equipo este de Casarín, y Asturias se medían en plena pelea por el título. Cada partido entre ellos era sinónimo de días de rivalidad y de alta tensión, acrecentada por los choques entre los ‘españoles viejos’, llegados décadas antes y muchos con filiación franquista, y los que llegaban a miles desde el inicio de la Guerra Civil.
Tres patadas alevosas acabaron lesionando de gravedad a los 20 minutos a la estrella de los ‘electricistas’. En la grada que ocupaban sus seguidores en el Parque Asturias comenzaron a aparecer fogatas, que se hicieron incontrolables cuando el árbitro (era Fernando Marcos, que llegó a conocer en persona a Adolf Hitler) indicó un penalti a falta de pocos minutos a favor del Asturias, pena máxima más que dudosa, que supuso el 2-2 y que alejaba de manera definitiva al Necaxa del título, que sería conquistado por los ‘españoles’. El fuego se expandió y, a pesar de la llegada de los bomberos, la mitad del recinto quedó reducido a cenizas en poco tiempo. Las crónicas señalaron con dureza al árbitro: “Señor Marcos, te has lucido. Dejaste que en ese primer tiempo el Asturias hiciera juego de carnicería y tú no te diste por enterado. Esos hachazos a Casarín, no los viste, permitiste el juego brusco y pasaste por alto patadas tiradas a mansalva y hachazos asesinos. Y luego, en el segundo tiempo quisiste ponerte tierno y castigaste al Necaxa con un ‘penalty’ por un ‘foul’ de Aspiri a Ruiz Más tarde. Quisiste llevar un arbitraje a nivel, y no atinabas en una. ¡Un arbitraje perfecto! Felicitaciones ¿Te gustó el espectáculo del Parque Asturias presa de las llamas? ¿Y qué sentías?”, escribió Antonio Andere en el diario ‘La Afición. Detrás de ese incendio quedaron muchas preguntas: ¿Por qué se cortaron tuberías de agua?, ¿Por qué la policía no actuó antes?, ¿Fue casualidad que ardiera una zona que daba al parque militar de Balbuena, que iba a ser regalado al América, que tras el incendio no se reclamó y quedó en posesión del Asturias?...
Era el penúltimo episodio de la rivalidad entre mexicanos y gachupines.
Noticia e imagen: http://www.marca.com/
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