La cruz de los árbitros. Por Juan Morenilla.

Un sociólogo de récord
Alberto Undiano Mallenco. 8-10-1973. Pamplona. Comité navarro. Internacional. 248 partidos en Primera.
Licenciado en Sociología y Ciencias Políticas, fue subdirector del Área de Deporte y Bienestar Social del Ayuntamiento de Pamplona, con Unión del Pueblo Navarro. Aterrizó en Primera con 26 años como el árbitro más joven en ascender. “¿Este crío nos va a pitar?”, decían en los estadios. En 14 temporadas ha dirigido 248 partidos (tiene a tiro el récord, los 291 de Iturralde González), entre ellos siete clásicos entre Barça y Madrid. Llegó al arbitraje con 13 años. A su padre, con quien veía jugar a Osasuna, no le gustó. “Los mejores amigos me los ha dado el arbitraje”, dice. Desconecta con el tenis y el pádel.

De Aluche al Mundial
Carlos Velasco Carballo. 16-3-1971. Madrid. Comité madrileño. Internacional. 180 partidos en Primera.
La imagen de la seriedad. Quien más se ajusta al perfil de juez. Se niega a vestirse de árbitro para el fotógrafo porque dice que es su herramienta de trabajo. Sufrió una agresión en sus inicios, le tiraron piedras y varias veces salió protegido por la policía. “Hubo tardes desagradables, pero nunca dudé”. Fue un extremo derecha del Cultural Leonesa de Madrid, le gustaban los torneos de chapas y estudiaba en el instituto Blas de Otero, en Aluche. Un amigo de su hermano le instó a hacerse árbitro. Era Rubinos Pérez, que fue internacional. Como él, que ha pitado una Eurocopa y un Mundial. Es ingeniero industrial y ha tenido a 400 personas a su cargo.

Toño, el niño del pueblo
Antonio Miguel Mateu Lahoz. 12-3-1977. Algimia d’ Alfara (Valencia). Comité valenciano. Internacional. 117 partidos en Primera.
“Hola, soy Toño”, se presenta Mateu Lahoz, hombre campechano que disfruta con el sosiego de Algimia, pueblo valenciano de unos mil habitantes donde encuentra la paz en los paseos y las rutas en bici. Toño era un niño de 14 años que jugaba al fútbol hasta que una lesión de rodilla le cambió el futuro. Su hermano, árbitro, le retó: “Conoce al enemigo”. Toño aceptó y se convirtió en Mateu Lahoz desde ese primer partido en Benicalap en que con 0-0 pitó un penalti en el último minuto: “El arbitraje entró en mí”. Profesor de educación física, tiene un hijo de 18 meses al que llamó Pau en honor a su asistente, al que conoce desde hace 23 años.

Ingeniero de lunes a viernes
José Antonio Teixeira Vitienes. 18-7-1970. Santander. Comité cántabro. 79 partidos en Primera.
“¡Soy uno de vosotros!”. José Antonio pasa de árbitro a periodista cuando recuerda sus diez años como técnico informático en El Diario Montañés. Es Ingeniero de Telecomunicaciones y hoy uno de los pocos en Primera con otro trabajo, director general de Tecnología e Innovación del Ayuntamiento de Santander. “Comprendo el trabajo de los periodistas, pero no la masacre personal”, dice. El gusanillo del arbitraje le picó tarde, en la universidad. Es el más veterano de Primera, 44 años (pueden pitar hasta los 45). Apenas tiene tiempo entre el trabajo, los entrenamientos y dos niñas mellizas de 13 años.

Dos hermanos bajo la lupa
Fernando Teixeira Vitienes. 28-7-1971.Santander. Comité cántabro. Internacional.208 partidos en Primera.
El hermano pequeño de José Antonio arrastró al mayor al arbitraje. Fernando había seguido los pasos de un tío que llegó a Tercera y José Antonio inscribió también los apellidos Teixeira Vitienes en el colegio cántabro. Su padre no iba a verles porque no soportaba los insultos a sus hijos. “Lo nuestro es multiplicado por dos, sufrimos el doble”, dice Fernando. Hay más suspicacias por su condición de hermanos y además paisanos del presidente del comité, Sánchez Arminio. Es padre de una chica de 22 años y un chico de 14. Estudió ingeniería y ha trabajado 15 años en un laboratorio médico en Santander. “Cerró hace dos, como casi todo en este país”.

El capricho del debutante
Mario Melero López. 2-7-1979. Málaga. Comité andaluz. Debutante en Primera. La temporada pasada fue el mejor árbitro en Segunda.
Recuerda su debut “como si fuera la Champions”. A los 15 años, “en un momento personal difícil por una pérdida familiar”, un amigo le pescó para el arbitraje. No era muy bueno como futbolista en el malagueño Tiro Pichón. Sus padres eran reticentes, pero él insistió: “Quería ser árbitro. Fue un capricho y me lo consintieron”. Hoy está en Primera tras ser el colegiado con mejor nota (9,59) en Segunda. Licenciado en Educación Física, en excedencia (“quiero volver, me gusta ser profesor”), despeja la mente con la natación, el senderismo y los libros de Historia. Como el resto, dice que no es de ningún equipo: “De verdad. No me interesa quién gana”.



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