La pesadilla de una árbitra gijonesa de 14 años
Zaira Moro quiere dejar el arbitraje porque cuando arbitra tiene que oír
comentarios como «no vales para pitar, pero sí como prostituta». Los árbitros
se vuelcan para apoyarla.
El móvil
de Zaira Moro echa humo. Ella y su familia, incluido su padre, Jorge, presente
en la conversación en EL COMERCIO, se confiesan «desbordados» por las muestras
de cariño que han recibido en las últimas horas. Del anonimato han pasado a un
primer plano que ellos preferirían evitar, por otra parte, tras atender una
llamada de 'El partido de las 12', de la Cadena Cope, en la madrugada del
martes. Aunque entienden que su experiencia puede servir para concienciar a la
gente sobre lo que sucede en muchos campos de fútbol. Todo por un desagradable
episodio vivido en el último partido de su primer año en el arbitraje, que
ahora medita dejar.
Zaira,
la mediana de tres hermanos -los otros dos, Vicente y Raúl, juegan al fútbol en
el Ceares-, relata su historia con la sinceridad de sus 14 años: «Arbitraba un
partido de un torneo de alevines en el campo de El Frontón, del Industrial, el
pasado mes de mayo, entre el Manuel Rubio y el Arenal. Uno de los dos equipos
marcó y el niño pudo ayudarse de la mano. La verdad es que yo estaba mal
situada y no lo vi bien. De repente fue cuando un señor me dijo desde la grada
que para el arbitraje, no, que mejor me dedicara a la prostitución». Precisa su
padre, que estaba a escasos metros de este individuo, que «le dijo más o menos
que para esto no, pero que para pedir trabajo en el Flamingo podía ir bien».
Sonríe
de forma amarga Zaira, nerviosa cuando recuerda la grotesca escena y el cruel
mensaje que se escuchó en todo El Frontón. «Era fútbol ocho, a medio campo, y
todos lo oímos porque lo dijo bien alto», recuerda Jorge Moro, quien lamenta
«la poca cabeza de esta persona que debería pensar también en que tendrá niños
porque seguro que era el padre o familiar de algún chaval de los que estaban
jugando».
«La gente tiene que concienciarse un poco. Los padres somos los peores»,
asume su progenitor, Jorge Moro.
Entre
la sorpresa, el dolor y el rechazo, el padre de Zaira no pudo evitar clavar su
mirada en esta persona, que se encontraba en compañía de una mujer. «Estaba a
tres metros de mí y a su lado había una chica, que igual era su mujer y que le
dijo que yo debía ser el padre de la niña que arbitraba. Miró un poco para mí y
se calló la boca. No le dio más importancia. Podía haber dicho lo siento o
algo, pero siguió igual», rememora desencantado.
Zaira
terminó el partido entre sollozos, incapaz de encajar un comentario tan
mezquino y de controlar el partido en su fase final: «La mente se me nubló y
todo se descontroló un poco porque también pensaba en el error que había
cometido». El episodio quedó entre la familia y los amigos más cercanos hasta
que lo sucedido traspasó ese círculo y saltó a la luz pública esta semana.
Para
Zaira, esta escena fue el detonante de una temporada que había empezado de
forma ilusionante -«mi primer partido me encantó porque me gustaba arbitrar y
hablar con los niños», asegura-, pero que fue enturbiándose con episodios, no
tan graves, pero sí de muy mal gusto y de un marcado tinte machista. «Alguna
vez me decían que me pusiera gafas», señala ella. «Y también que mejor estaba
planchando la ropa o que se marchara porque estaba lloviendo y le iba a cerrar
la peluquería», añade su progenitor.
«Quiero aprender»
El verano
sirvió para meditar de forma seria y temprana su salida del arbitraje. «Me
gusta mucho, pero tampoco lo quiero pasar tan mal como lo he pasado en algunos
partidos», incide. Y mantiene la duda estos días, más inclinada a dejar el
silbato que a otra cosa. «Quiero pensármelo mucho y tenerlo claro. No quiero
decir algo y luego arrepentirme. Lo que quiero es que todo el mundo tenga claro
que los árbitros no cometemos errores por fastidiar. Yo quiero aprender y no
hacerlo mal», concluye.
Su
historia ha corrido como la pólvora y hasta su móvil han llegado infinidad de
muestras de cariño, algunas de compañeros de gremio tan afamados como Mateu
Lahoz, que se comprometió a enviarle una camiseta firmada por todos los equipos
de la 'Champions', Velasco Carballo y Undiano Mallenco. Nadie encuentra
explicación a un comportamiento tan grotesco con una niña de 14 años. «La gente
tiene que concienciarse un poco porque esto pasa en todas las categorías. El
problema es que no es cosa de niños porque los que lo hacen normalmente son
mayores. Los padres somos los peores», asume Jorge Moro.
Noticia e imagen: http://www.laverdad.es/
¿Qué opinas?