Ortíz de Mendíbil, la buena reputación de un árbitro polémico
A las personas, como a los personajes, se les puede recordar por muchas
cosas. José María Ortíz de Mendíbil falleció el martes por la noche a los 89
años de edad tras venir padeciendo una fisura de cráneo que se produjo en 2012
en un accidente en Lezama, cuando las instalaciones del Athletic estaban en
obras. Como era a la vez persona y personaje, el listado de recuerdos es
generoso. Y como había sido árbitro de fútbol, más que generoso, el currículo
era abundante. Y como fue el protagonista de “La moviola”, la repetición de las
jugadas de los partidos que instauró Pedro Ruiz en Estudio Estadio de TVE, su
popularidad le convirtió en un personaje principal de un país en el que el
fútbol lo domina todo.
Ortíz de Mendíbil heredaba el pedigrí de otro árbitro vasco, Juanito
Gardeazabal, cuando el fútbol aún solo era una pasión y no una inundación
permanente de devociones enfrentadas. José María se ganó el respeto, saliendo a
hombros incluso de la final que disputaron en el Santiago Bernabéu el Milan y
el Ajax en 1969. Hoy una situación similar resulta tan inconcebible que
provocaría incluso hilaridad y condenaría al árbitro a una permanente sospecha
de parcialidad.
Pero el respeto y la polémica son asuntos compatibles en un territorio tan
pasional como el fútbol. Y Ortíz de Mendíbil, con ese porte tan serio en el
campo, que contrastaba con su desarrollado sentido del humor, no escapó a las
acusaciones de madridista, no por aquella salida torera de Chamartín, sino
porque en un Madrid-Barça alargó más de nueve minutos el partido y en esa
“prolongación” el equipo blanco obtuvo el gol de la victoria. Hay cosas que en
el fútbol no cambiarán nunca y se producían por igual en el de antes que en el
de ahora. Y en el que vendrá.
Nacido en Portugalete se fue a vivir enfrente, a Las Arenas cuando se casó
en 1955 con Elvira Larrazabal, una de las precursoras del golf femenino. Era un
tránsito habitual de una margen a otra de la ría, cuando el bolsillo lo
permitía. Era árbitro internacional, con el pedigrí de haber dirigido una final
de Eurocopa (1968), de Copa de Europa (la referida en 1969), una Intercontinental
(1964), dos Recopas (1968 y 1972) y una semifinal del Mundial de 1970, además
de varias finales de Copa en España. Pero trabajaba como visitador médico, una
labor que nunca desatendió, sacándole brío a su 600 para regresar a tiempo de
realizar su trabajo el lunes, tras los partidos.
Se cuenta que por su parecido -notable- al actor Alberto Closas, se
multiplicaban las anécdotas de quienes confundían al uno con el otro, en
situaciones hilarantes que él destilaba con su sentido del humor. La moviola, que
le ofreció Pedro Ruiz, le granjeó tanta popularidad como, nuevamente,
polémicas. Pero inauguró un género que hoy es materia obligada en los programas
de radio y televisión: el exárbitro comentarista, una figura laboral en el
periodismo deportivo. Ortíz de Mendíbil abrió esa puerta a los colegiados,
siempre tan callados durante su época activa y luego tan parlanchina cuando se
desactivan del organigrama. Agradecidos le habrán quedado. “Don Moviolo”, como
le llamaban popularmente, mantenía el rictus serio de su actividad arbitral,
pero no escondía su tono socarrón.
Todo se empezó a truncar aquel 2012 cuando sufrió el accidente en Lezama.
Cuatro años después la pelea terminó. No fue una derrota. Solo el final del
partido que necesariamente tenía que llegar. Y no lo pito él, sino el destino.
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