Arbitraje, la pasión de Juan Pablo Jaramillo
En el mundo del fútbol todos los niños quieren ser los goleadores y las máximas figuras de sus equipos, desde que empiezan sus entrenamientos en las respectivas escuelas.
Desde que hacen parte del deporte rey, el más grande deseo es convertirse en aquel héroe del equipo de sus amores, anotar los tantos del triunfo, levantar incontables copas y títulos por donde se le quiere ver.
Existe un mito en el balompié, y es que el jugador con menor rendimiento o el “más malo” es el que se convierte en el portero, o inclusive el futbolista más gordito.
Pero algunos que aman esta práctica optan por tomar otros caminos, ajenos a ser los goleadores o las estrellas. Ese camino es el de impartir justicia. Ese es el caso de Juan Pablo Jaramillo, quien se roba la atención en el Torneo Hinchas de Paz, porque a sus 14 años es uno de los árbitros que maneja las acciones de los partidos.
Juan Pablo se prepara en la escuela de árbitros Elio Fabio Naranjo Suárez, entidad que se ha vinculado sin ningún tipo de problemas al Torneo Hinchas de Paz y este espacio es aprovechado por él para adquirir la experiencia suficiente y llegar, por qué no, a ser un juez profesional en un futuro cercano.
“Me llamó siempre la atención ser árbitro, debe ser porque existen muchos jóvenes que quieren ser futbolistas, pero nadie le pone atención a que el papel del árbitro es de suma importancia en un partido de fútbol o de otro deporte, es el que hace la diferencia”, manifestó a este medio escrito Juan Pablo.
Desde hace 3 meses le nació ese gusto por esta profesión, quizás la menos comprendida no solo por los jugadores sino aficionados y periodistas.
Juan Pablo mezcla su gusto por el arbitraje con sus estudios de bachillerato, en la actualidad ve clases en la institución Antonia Santos de Armenia.
Tiene total admiración por los jueces del Quindío, al igual que los que intervienen en la Liga y el Torneo Águila, porque comprende el sacrificio y la dificultad que tienen en su labor.
“El deseo de los que trabajan con el silbato y el banderín es ascender y llegar a pitar un juego de máxima categoría. Es cierto que uno recibe rechazo de la gente y a veces no se valora el trabajo, pero es importante por donde se le mire”.
Finalmente se refirió al Torneo Hinchas de Paz, del que resaltó la unión y el respeto: “En este tipo de campeonatos los jóvenes aprendemos a socializar, a amar el deporte y sin duda se requieren de más espacios para llegar a la población infantil”.
Noticia e imagen: http://www.cronicadelquindio.com/
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