Cómo es estudiar para ser árbitro en Córdoba. Por Enrique Vivanco

En la Docta, muchos jóvenes se preparan para impartir justicia en una cancha de fútbol. Así trabaja la escuela Carlos Santiago Boxler

 Se despliegan en una noche de miércoles en la cancha auxiliar del estadio Kempes. La curiosidad es que se observan varios colores pero predomina el negro. No es una delegación neozelandesa de rugby; no es un ignoto equipo que haya recurrido a ese tono tan poco frecuentado en el fútbol. No.
Son los alumnos de la escuela de árbitros Carlos Santiago Boxler, que enfrentan el último trabajo práctico del año ante la supervisión de su director, Aldo Quinteros.

Son todos jóvenes; algunos dan la impresión de haber ­salido no hace mucho de la adolescencia. Se les descubre con faci­lidad el entusiasmo para encarar las tareas. La pelota es la protagonista, pero no la única.

Aparecen anexos que para la actividad que desarrollan tienen mucha importancia: el silbato, las tarjetas amarilla y roja, y los banderines.

“La escuela tiene una población de cerca de 150 alumnos. En primer año tenemos 75 y el resto está terminando de cursar el segundo año. No hay límites de edad porque hay distintas proyecciones, ya sean para el ámbito de capital, para toda la provincia o a nivel nacional”, apunta Quinteros.

Y agrega: “Hay algunos que son ‘hijos de’ o ‘parientes de’ y que por eso están vinculados de alguna manera al arbitraje. Hay otros que llegan porque sus expectativas como jugador no fueron colmadas y se inclinan por ser réferis. Y hay otros que por estudio o por trabajo no pueden jugar y por eso se dedican a esto”.

Quinteros dice que luego de las imprescindibles en­señanzas teóricas en el aula y del trabajo en el campo en el que aprenden los rudimentos prácticos de la profesión, los pibes salen a la cancha con silbato en mano y todo un mundo de sensaciones propias y de emociones ajenas que inevi­tablemente recibirán. Y de qué forma.

"El árbitro contiene ­muchas emociones. En el fútbol se pasa rápido de la tristeza a la alegría. Cuando un equipo hace un gol, festeja. Y el otro sufre. Y el árbitro está en el medio e incorpora esas emociones extremas, pero se va acostumbrando. El hinchismo se le va, el fanatismo se le va. Inclusive los aciertos propios no los puede compartir. Tiene que ser totalmente neutral”, agrega el veedor de árbitros.

¿Y cómo se produce esa adaptación en un medio a veces tan hostil? “Los árbitros necesitan preparación y experiencia como en todas las profesiones. Un árbitro necesita la experiencia necesaria de ocho años desarrollando su profesión. Si no la tiene, aun dirigiendo en primera división, no está totalmente preparado. No ha incorporado todas las experiencias que entrega el fútbol”, dice Quinteros.

La enseñanza que reciben es rentada. Los chicos deben pagar para convertirse en árbitros tras dos años de estudio y práctica. Parte de ese compromiso lo pueden saldar con lo que reciben por dirigir partidos de los campeonatos Evita, “Córdoba Juega”, organi­zados por el Gobierno provincial y los de los CPC municipales. Y ya sea en el partido inaugural o después de cierto rodaje, unos y otros saben que hay premisas que deben tratar de ser cumplidas, por sobre todas las cosas, para el bien propio y el ajeno.

Quinteros también explicó: “Le decimos que el error del árbitro es parte del juego, pero le inculcamos que no convivan con el error sino con el acierto. La exigencia es trabajar siempre y perfeccionarse cada vez más. Si ellos comenten un error el fin de semana y eso se hace habitual, van involucrándose con esas cosas negativas que después se expresan en el campo de juego. Eso hay que evitarlo. Hay que reducir el margen de error”.

Mucho trabajo
De la conversación con el veedor de árbitros y director de la escuela Boxler, Aldo Quinteros, surgen datos que sorprenden y que señalan el enorme fenómeno del fútbol en cada rincón de esta capital, aunque ya se hayan perdidos miles de potreros.

Según el entrevistado, ¡hay 3.000 partidos! que se juegan en forma amateur cada sábado en los barrios y en los clubes de Córdoba.

“Nuestros alumnos pueden empezar dirigiendo en las escuelitas de la Liga Cordobesa. Y también pueden ir como asistentes a los campeonatos amateur, de entidades profesionales como los de los abogados, el de la Unión Cordobesa de Fútbol Amateur (Ucfa). En Córdoba se juegan casi 3.000 partidos en forma amateur los sábados, nada más. Y en el otro extremo hay un 40 por ciento de gente que es grande, que no tiene edad para dirigir pero que sigue jugando, y por dos cosas: por la falta de árbitros para atender la gran demanda de partidos y por su necesidad económica. Hay algunos que lo utilizan como una changuita del fin de semana”, contó Quinteros.

–¿Hay un límite de edad para dirigir?
–A nivel de asociaciones, sí. En partidos oficiales, de 45 años. Después pueden jugar en torneos amateurs hasta los 60.


Noticia e imagen: http://mundod.lavoz.com.ar/

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