Un árbitro con historia

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El arbitraje de Dolores ha tenido sus historias, sus cuentos. En lo reciente y con la rica historia de los finales de los 90 y principios y superando el 2000, Dolores dejó su huella en el arbitraje. Una de las banderas recientes fue Jorge “Catano” Ferreyra. Hoy el silbato es más negro que nunca, el luto supera la escena de un partido de fútbol imaginario. Y el estadio, eso imagino el Delfor del Valle en silencio. Y el silbato que despierta a todos. Ese era Catano Ferreyra, sereno, pero determinante.

Nada de gestos que no conducían a nada. Esa mescla del referato de los viejos y de los que venían haciendo punta con los cambios de estos tiempos. Reconocido por todos, como el árbitro, uno de los pocos que no se dejó deducir por la camada nueva, que supo frenar a tiempo y no entrar en el juego de los dirigentes.

Era árbitro sin duda, lo llevaba marcado a fuego, pero nada de tener diálogo con dirigentes y demás para sacar ventaja y caer bien. Lo de él era dentro de la cancha, dirigir, poder pasarla bien con los jugadores y saber que lo que sentía y pensaba era lo que plasmaba en la cancha. Conocedor del juego como pocos y ni hablar de la esencia del jugador. Dirigía de memoria, imponía jerarquía y respeto con solo dirigir la mirada, como diciendo dirijo yo y ustedes jueguen. Era lo que era fuera de la cancha, un apasionado, que hasta supo crear la escuela de futbol infantil River Plate que fue parte de la liga dolorense de fútbol infantil y hasta dirigió, fue técnico en infantiles.

Hecho para partidos chivos, para finales. Paras esos encuentros definitorios donde se juega algo más que el fútbol. Si había que dirigir con una sonrisa se hacía, pero si había que hacerlo a cara de perro se hacía. Nada lo condicionaba, ni los jugadores ni el público. Fue hecho para dirigir, sea en el estadio o en el campito, nada cambiaba.

Ya había dicho que no al referato, dejó la liga dolorense, llegó a la liga Independiente y dijo ya está y un día dejó todo. Ese era Catano Ferreyra, decía que no y era no. Sabía que había etapas y las respetaba.

Hizo del arbitraje una forma de caminar en la vida pensado que solo había una línea de conducta, más allá de saber que se conviva con el error, pero que jamás iba a traicionar sus principios. Sigue dirigiendo, sigue observando todo sin esfuerzo, con esa naturaleza que lo hizo un de los mejores árbitros de Dolores, por capacidad y convicción sabiendo que lo que hacía era desde la pasión por la redonda, por vivir pensado en el fútbol.

Artículo escrito por Ezequiel Suárez en Compromiso Diario

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