«La agresión me da más fuerzas para seguir como árbitro»
Daniel Almeida
Valles es un ejemplo de libro de niño con vocación por el arbitraje. Dejó de
jugar al fútbol hace siete años y se inscribió en el comité asturiano de
árbitros, donde pasó por las distintas categorías de base hasta llegar a pitar
partidos, a sus 21 años, en primera regional. Todo le iba rodado, salvó por
algún que otro insulto e incluso escupitajo -«porque algo así nunca me había
pasado»-. Pero el pasado sábado, en el partido que enfrentó al Llanes B y el
Asturias de Blimea, un jugador local, tal como recoge el acta del encuentro que
el propio colegiado redactó y en el que lo identifica como Eros González, le
agredió con violencia.
«Cuando ya había
pitado el final del partido, escuché cómo me decían 'te voy a matar hijo de
puta'. No le di importancia. Pero, a continuación, noté un puñetazo en la
espalda. Y, cuando me iba a girar, me dio un manotazo y me tiró al suelo». La
presunta agresión a este colegiado gijonés, al que no es difícil adivinarle su
indignación por detrás de su imagen de juventud, ha causado una honda impresión
en el mundo del fútbol, que, desde sus diferentes estamentos, ha subrayado que
no tolerará actos semejantes.
El parte del
encuentro disputado en el campo de La Encarnación no se detuvo en un arranque
bronco, tensionado y lleno de protestas por los locales, que se fue diluyendo a
medida de que los visitantes dejaban sentenciado el marcador. En cualquier
caso, no se le borrará lo ocurrido a Daniel Almeida, resuelto ayer,
momentáneamente, por el Comité Territorial de Competición, con una «suspensión
cautelar de Eros González hasta que recaiga la correspondiente resolución
judicial por los hechos denunciados», tal como fija el artículo 81 de la Ley
2/94 del Deporte del Principado.
«Cuando estaba en el
suelo, me gritó 'encima estás fingiendo hijo de puta'», recuerda el árbitro
gijonés, al que se le aprecia aún una amplia zona encarnada en su espalda.
Retirado del campo por los delegados de los dos equipos y con su presunto
agresor ya lejos, Daniel Almeida se refugió en el vestuario. Llamó a la Policía
Local. Tras la llegada de los agentes, se trasladó, primero, al centro de salud
de Llanes -«erosiones con forma de dedos y una contusión»- y, posteriormente,
al mantenerse los dolores, al de Cabueñes, donde se le diagnosticó una «contusión
dorsal y cervical y una contractura muscular», de las que aún se resiente y que
le dejarán fuera de los campos, como mínimo, este próximo fin de semana.
«No pude dormir casi
nada ni el sábado, ni el domingo, ni el lunes por el cuello y la espalda»,
explica. Su preocupación ahora es no quedarse fuera de los exámenes físicos
para lograr el ascenso de categoría.
El colegiado gijonés
hizo otra parada. Concretamente, ante la Guardia Civil. Allí presentó una
denuncia por un delito de lesiones contra el futbolista del Llanes. Este,
previamente, aún en los vestuarios, «vino, se disculpó y se fue». Ha sido todo
lo que ha sabido de él. Daniel asumió la situación y espera que la justicia le
dé la razón. Pero, mientras, no piensa en colgar el silbato, aunque las
llamadas de apoyo o para preguntar por su estado no han llegado tanto como a él
le hubiera gustado. Solo el delegado de árbitros de Gijón ha estado en todo
momento apoyándolo. «La agresión me da más fuerzas para seguir», hace hincapié.
«Estas cosas no deberían pasar nunca», insiste. «Insultos, escupirme... Sí.
Pero nunca golpearme», reconoce.
«Una chiquillada»
El tiempo curará la ofrenda,
o quizás la congelará, aunque, posiblemente, nunca la borrará. Quizás tampoco
su agresor. Eros González lo niega todo.
Sus dos versiones
solo coinciden en un momento de la historia: «La única verdad es que le llamé
'hijo de puta'. Pero en ningún momento le golpeé. Tan solo fue un manotazo»,
asegura desde el otro lado del teléfono. «Fue una chiquillada, nada grave. El
colegiado se me quedó mirando, se tiró y la gente comenzó a reírse. Un
compañero le dijo que no había sido nada y se levantó», asegura cuando se le
pregunta por lo ocurrido.
A sus 24 años - «en
veinte años que llevo jugando nunca he hecho nada parecido»-, Eros
compatibiliza su presencia dominical en el filial del Llanes con su
participación los sábados en el equipo de fútbol-sala de la misma entidad. «No
soy una persona violenta. ¿Arrepentido? La gente flipa con lo que se está
diciendo», insiste el futbolista, cuyo futuro ya está lejos del club llanisco y
pendiente de una sanción judicial que, de ser considerado culpable, tendrá una
notable sanción económica, y también deportiva, que puede rondar los dos años.
Noticia e imagen: http://www.elcomercio.es/
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