Tres árbitros relatan lo crudo de una profesión ingrata
Wálter Quesada, Pedro Navarro y Ricardo Cerdas
aseguran que su ocupación no está ajena a provocarles tristeza por equivocarse
en el campo.
Pedro Navarro: 'Tengo compañeros a quienes hemos
tenido que sacar de la casa porque no aguantan la presión'
"Ser árbitro es bastante difícil",
confiesa con transparencia Pedro Navarro, árbitro que cuenta con ocho años de
experiencia entre la Primera y Segunda División.
De acuerdo con el silbatero, las situaciones más
crudas de esta labor las experimentan fuera del terreno de juego o lo que él
llama "extra cancha".
"Posiblemente cuando salís mal de un partido,
la prensa te ataca y la familia se siente mal por eso. Muchas veces afecta más
a la familia que a uno mismo, porque uno se hace de un caparazón inmenso",
contó.
Navarro asegura que nunca ha recibido una ofensa
puntual de un aficionado en la calle y las que le lanzan en los estadios suele
omitirlas, pues está concentrado en el juego.
"Aunque en coro te estén recordando a tu mamá,
eso es una inyección de adrenalina para mí. En la cancha, dependiendo del
partido y la cantidad de personas que haya en el estadio, no se siente lo que
te digan, más bien te motiva", añadió.
El silbatero cuenta que el lado oscuro del
arbitraje es cuando una equivocación termina golpeando la parte psicológica del
réferi hasta causarle una tristeza profunda e incluso depresión.
"Tengo compañeros que se han enfermado y hasta
han querido salirse del arbitraje. Hemos tenido que ir a sacarlos de la casa
porque no aguantan la presión", relató.
"Puede ser un errorcito y se hace tan grande
que así será la preocupación que le generará al árbitro", añadió.
¿Usted se ha deprimido? No, le respondió a La
Nación al argumentar que tiene una personalidad fuerte que le ha permitido
levantarse de alguna equivocación en el campo.
"Quizás me he sentido un poco consternado por
una mala decisión que haya tomado, pero no cabizbajo porque me recupero rápido.
A veces en el entresueño empiezo a pensar en por qué no tome una decisión
distinta y en qué me equivoqué", dijo.
Navarro detalló que para él, entre una final y un
partido por el no descenso, la presión es mayor en este último por la
connotación que reviste.
"Una final es motivante, hay presión pero no
se compara con un juego que defina al equipo que se irá a Segunda División. Por
un error matás a un equipo y te paseas en un montón de plata, literalmente, en
ligas menores, en patrocinicios, etc. Llevás en la espalda mucha
responsabilidad".
Wálter Quesada: 'He sentido un poco de depresión,
como todo ser humano'
Con 27 años de usar el uniforme de árbitro, Wálter
Quesada conoce más que nadie las dos caras de esta labor.
El experimentado silbatero afirma que esa profesión
conlleva situaciones que inciden directamente en su vida. "Es muy
difícil", responde sobre el hecho de cargar con la etiqueta de
silbatero y explica el por qué: "A usted ya no lo conocen ni por el
nombre, sino como el árbitro. A partir de ahí lo que suceda en el gremio
repercute tanto de forma positiva como negativa".
Sobre el sentimiento de culpa tras cometer un error
notable, Quesada recalca que nunca ha sido un juez deshonesto y ello le ha
permitido superar algún mal momento.
"Cuando me he equivocado ha sido por falta de
capacidad para tomar la mejor decisión o porque no vi la acción. Quizás no hay
sentimiento de culpa sino que uno se entristece de ver que hay jugadas tan
claras u obvias para ser sancionadas y uno no se explica cómo no actuó de la
mejor manera", indicó.
Quesada continuó: "He sentido un poco de
depresión como todo ser humano. Eso se puede extender según el tiempo que uno
no salga nombrado. Lo mejor es cuando la sanción es corta porque usted puede
demostrar rápido que se trató de un error".
¿El ambiente hostil hacia la figura arbitral afecta
o no? "Sí termina afectando, lo que pasa es que en mi caso
particular, sé dónde desenvolverme y qué lugares visitar. No es que me toca
dirigir un clásico y me voy a meter en un bar o a un restaurante donde haya un
gran número de personas. Por mejor que uno sea no le irá bien, ya que siempre
saldrá un domingo 7, como decimos popularmente", explica.
Quesada afirma que él prefiere aislarse antes de un
juego clase A con el fin de llegar mejor preparado, detalle que limita parte de
su vida social.
Sobre una eventual afectación en el plano familiar,
el réferi dice que si bien a todos les gusta el fútbol, ninguno es apasionado o
fanático de algún club nacional y cuando alguno le hace una broma sobre una
acción, él se planta.
"Si me hacen una broma, me hago a un lado, si
me están preguntando en serio, yo les explico. Así como me veo frío en el campo
de juego, también lo soy fuera de él. No soy de las personas de andar
discutiendo o peleando".
Sobre el comportamiento de un jugador cuando se
torna agresivo y lo increpa, Quesada asegura que para ello dispone de las
tarjetas, para mitigar la situación.
Ricardo Cerdas, exárbitro: 'La parte más difícil es
sobreponerse a un error y más si fue grave'
El 6 de febrero de 2011, Ricardo Cerdas quedó en medio de una situación
que marcó parte de su carrera como árbitro central.
En un partido entre Limón y Alajuelense, en el estadio Juan Gobán,
Cerdas no aprobó un gol legítimo de los rojinegros. La pelota ingresó al arco,
pegó en la base del larguero que sostiene la malla por dentro y volvió al
campo. El juez le dio continuidad al partido y aunque le consultó a su
asistente, este tampoco le colaboró en el embrollo.
Cinco años después de aquel momento, y tras dos de haberse retirado, el
exárbitro recuerda las vicisitudes de dedicarse al referato.
"La parte más difícil es sobreponerse a un error y más si fue
grave", dijo el exréferi, quien recordó cómo superó tan angustioso
momento.
"Gracias a Dios tuve la capacidad de salir de una situación como
esa, lo primero fue aceptar lo que ocurrió, no podía encubrir algo que fue muy
evidente. Cuando uno empieza a dar excusas de lo que sucede se va haciendo más
grande la situación. Al siguiente día fui a trabajar con normalidad para
demostrarle a la gente que uno puede salir adelante. Me recuperé rápido de eso
porque sabía que no lo hice adrede".
"Más que depresión en mi caso lo que sentí fue tristeza de saber
que me esforzaba por hacer las cosas bien y una mala decisión dio al traste el
trabajo de un equipo", agregó.
Cerdas también recordó las complicaciones de una ocupación en la que
por lo general se le etiqueta de villano.
"Un árbitro ni siquiera ha llegado a un estadio y desde antes lo
están criticando. La gente apenas se da cuenta de un nombramiento, lo
cuestiona", afirmó.
Para el exárbitro, los insultos en un estadio son tolerables porque no
los percibe, mas, si estos son en la calle son inadmisibles porque "ya se
está personalizando".
Por último, recalcó en que más allá del error, no sentir el apoyo de
sus superiores es una de las situaciones que más golpea a un silbatero.
"Lo más duro es cuando quienes dirigen a los árbitros y los
instructores son los que menos apoyan, cuando ni se preocupan primero por
preguntar cómo estás, si saliste bien del estadio, es más, si estás vivo y si
llegaste a la casa. No tienen tiempo para hacer una llamada, pero sí para
atender a la prensa y dar declaraciones anticipadas de los hechos que
sucedieron sin haber hablado previamente con el árbitro", cuestionó.
Noticia e imagen: http://www.nacion.com/
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