"Partido ganado" o el valor de trabajar en equipo para un árbitro


La  primera imagen que aparece en la mente de los hinchas sobre Horacio Elizondo es cuando expulsó al francés Zinedine Zidane en la final del Mundial de Alemania 2006. Pero ese fue el punto cúlmine de su carrera. Para llegar a esta instancia, el árbitro primero tuvo que cruzarse con su propio destino, que lo impulsó a juez casi por casualidad. Eso explica en "Partido ganado", el libro que escribió para editorial Conecta y que expuso en Conexión Fútbol 2016, el Congreso realizado por Librofutbol.com, en La Usina del Arte. Allí hace hincapié, sobre todo, en la "intuición" para la toma de decisiones. Y cuenta cómo decidió ser árbitro, casi por accidente: siendo profesor de Educación Física le tocó dirigir un partido de handball y Alfredo Mili, otro profesor, le preguntó: "¿Usted nunca pensó en ser árbitro?". Elizondo no quería saber nada. Al tiempo, lo frena un semáforo y le aparece un cartel: abierta la inscripción para la Escuela de Árbitros. "Entré, me anoté y ahí nació una gran vocación". Con el tiempo, explica, se dio cuenta de que no fue algo fortuito, sino que encontró en el arbitraje cuestiones que habían tenido que ver con su formación familiar: "justicia, humildad, valores".

Debió luchar contra su propio ego, sobre todo cuando pensó que era número puesto para el Mundial de 2002, y no: "El fracaso es el privilegio de tocar el fondo interior. La frustración de 2002 fue una gran oportunidad para aprender", sostiene. Ahí tuvo una reprogramación interna: explica que dejó la preocupación y la victimización para ocuparse en ser mejor árbitro. "En 2002, si me preguntaban para qué quería ir al Mundial, no lo sabía. La frustración me dio las respuestas: y me propuse ir al Mundial de 2006 no sólo a participar, sino también a dirigir la final".
En "Partido ganado", destaca la importancia de trabajar en equipo en el campo de juego para tratar de acertar en las 10.000 decisiones que toma un juez por partido y ante una gran cantidad de estímulos externos, como los hinchas o el periodismo. "No decidir, no sancionar, también es una decisión. Se toman muchas más decisiones de lo que la gente cree durante un partido. Además, todas, desde las más sencillas, se tienen que ejecutar con una gran concentración y trabajando en equipo, con tus colaboradores. Porque con el resultado puesto analizamos que la decisión más importante puede ser la sanción de un penal o una expulsión, pero un gol también puede nacer de un lateral mal sancionado", grafica. "Para eso, hay que vivir el objetivo con todos los sentidos y el sentimiento (corazón) y la mente (cerebro) deben ir de la mano para la toma de decisiones".
Artículo escrito en La Nación

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