Condiciones psicológicas que favorecen el máximo rendimiento arbitral
La
activación general del organismo es una respuesta en la que intervienen el
sistema nervioso central y el sistema neurovegetativo. Básicamente, al aumentar
la activación general, aumentan el estado de alerta, la actividad somática y la
actividad simpática. Esto supone, por ejemplo, que, al aumentar el nivel de
activación general de un árbitro durante un partido de fútbol, su atención
estará más alerta respecto a determinados estímulos (en detrimento de otros),
aumentará su tensión muscular y se incrementará su tasa cardíaca.
El nivel
de activación general se puede situar en un continuo que, en estado de vigilia,
se extiende desde un estado de máxima calma y relajación (activación muy baja)
hasta un estado de máxima alerta, tensión y excitación (activación muy alta). A
lo largo de este continuo se encontrarán distintos niveles de activación, desde
los más bajos hasta los más altos.
El nivel
de activación general influye en el rendimiento de los deportistas afectando su
funcionamiento físico y psicológico.
- En el
primer caso, la activación repercute en aspectos como la tensión muscular, la
movilización de energía y la coordinación motriz. En el caso de los árbitros
estos aspectos pueden influir en la calidad y el "timing" de sus
desplazamientos, su posición más o menos apropiada en el campo, el cansancio
físico y hasta la facilidad para ejecutar la acción de soplar el silbato.
Además, la activación puede influir en sus gestos corporales y en el volumen y
el ritmo de su conducta verbal cuando se dirigen a los jugadores y los
entrenadores.
- En el
segundo caso, la activación influye, fundamentalmente, en la conducta
atencional y los procesos implicados en el procesamiento de la información, las
operaciones mentales y la toma de decisiones. En el caso de los árbitros, puede
influir decisivamente en la observación y apreciación de cada situación del
juego, la decisión de pitar o no pitar, y la acción de pitar en el momento
correcto.
- Por
ambas vías, funcionamiento físico y/o psicológico, la activación general puede
influir en el rendimiento de los árbitros positiva o negativamente.
Por
ejemplo, si durante el partido el árbitro está demasiado relajado (activación
demasiado baja), su atención se encontrará demasiado dispersa y captará peor
los estímulos clave de cada situación. De esta forma, será más probable que
ignore las señales del árbitro asistente, no vea algunas faltas que se cometan
o las vea tarde y ya no las señale, controle mal las reacciones de los
jugadores, etc.
En el
polo opuesto, más habitual, si el árbitro está demasiado activado, le resultará
difícil controlar todos los detalles importantes para poder tomar las mejores
decisiones, pues su atención se habrá estrechado demasiado y, además, en muchos
casos, estará en parte pendiente de los síntomas de sobreactivación (tensión,
preocupación, agobio, etc.), disminuyendo su capacidad para captar e interpretar
correctamente toda la información clave de la situación. En estas condiciones,
será más probable que se le escapen detalles muy relevantes, que sus
apreciaciones sean defectuosas, que actúe impulsivamente o bien que se inhiba
cuando debería pitar, cometiendo errores más o menos graves que podrían haberse
evitado, o al menos minimizado, si su nivel de activación general no hubiera
sido tan elevado.
Entre
ambos estados de activación (demasiado baja y demasiado alta) existe un nivel
de activación que, al contrario que los anteriores, favorece el máximo
rendimiento del árbitro: el nivel de activación óptimo (este tema lo veremos en una próxima entrega).
Fuente: MANUEL GUSTAVO ZEPEDA GOMEZ (Psicólogo del Deporte)
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