Fabian Madorrán, del éxito arbitral al suicidio
La paz y
tranquilidad del Parque Sarmiento de Córdoba Capital fue interrumpida, en la
mañana de ese 30 de julio de 2004, por un estruendo procedente de la pérgola de
la plaza. Un cuerpo yacía sobre un banco de cemento. A un lado había un paquete
de cigarrillos del Parlamento; por el otro, una pistola de 9 milímetros. Uno de
los transeúntes que escuchó el disparo se acercó al lugar y notificó a la
Policía de inmediato. Fabián Madorrán, para entonces ex árbitro, había decidido
acabar con su vida.
A 16 años de
su muerte, su círculo íntimo habló por primera vez de un hecho plagado de mitos
y rumores que conmovieron al fútbol argentino.
En la Zona
Sur del Gran Buenos Aires, Fabián Hugo Madorrán (Buenos Aires; 1965 - Córdoba, 2004)
comenzó a dedicarse a la pasión que persigue la mayoría de los niños y
adolescentes: el fútbol. Tenía 15 años cuando se ponía el pantalón corto cuando
faltaba uno para completar los equipos, le cogía afición al arbitraje y casi
sin darse cuenta proyectaba una carrera profesional.
Su pulcritud,
presencia y compromiso con la justicia fueron cartas de presentación en la AFA
para incorporarse al organismo arbitral. Quizás le faltaban 3 o 4 centímetros
para ser el modelo de referencia ideal que buscaba la FIFA, pero Madorrán
comenzó su carrera mostrando potencial a nivel nacional e internacional, zona
que recorrió durante cinco años.
Dentro del
referato hizo varios amigos y apadrinó a uno que luego mostró algunas de sus
características y estilo: Pablo Lunati. Madorran había heredado la línea de
Javier Castrilli, árbitro riguroso, contundente, tarjeta roja en mano en todo
momento.
Lunati no
tiene reparos en tocar este «tabú dentro del fútbol» que lamentablemente lo era
mucho más hace dos décadas. “Teníamos vidas diferentes porque yo tenía esposa e
hijos y él tenía una pareja masculina. Cada uno hizo su vida y respetó al otro.
Conmigo nunca tuvo problemas para hablar de su homosexualidad y muchas veces
discutimos por qué no lo hizo público”, dice la persona que lo nombró padrino
de uno de sus hijos.
“Hablé muchas
veces de su homosexualidad y la última vez dije 'loco, tienes que decirlo para
liberar tu alma, para ser feliz. Si te hace feliz porque es tu naturaleza,
tienes que decirlo y sacarlo de ti. “Me respondió que no era el momento, pero
que lo iba a hacer”, añade Lunati.
Algunos
excesos hicieron mella en su valioso trabajo. Había descuidado el entrenamiento
con su entrenador personal y solo su genética y físico privilegiado le
permitían seguir haciendo las pruebas requeridas por la AFA. Sus bajas
actuaciones fueron cada vez más recurrentes, así como los escándalos en
diferentes partidos.
La mayor
falla de Madorrán, en la que coincidieron todos los entrevistados fue su vicio
por el juego. Desde la mesa de póquer hasta el Black Jack, desde tomar una copa
de whisky o Tía María hasta beber dos o tres, desde fumar un cigarrillo hasta
tres paquetes enteros. Lo que comenzó como un hobby se convirtió en un mal
hábito desenfrenado y dañó su rutina saludable.
Las
puntuaciones de sus actuaciones fueron bajando y los informes del Colegio de
Árbitros empezaron a ser lapidarios. Grondona lo ponderaba por la categoría
técnica y física que exhibía en su mejor momento, pero también estaba al tanto
de los rumores públicos de su homosexualidad y tenía claro que su expediente
debía manejarse con extrema cautela. Dejar a un árbitro fuera por su elección
sexual podría exigirle un costo político debido a las estrictas reducciones de
línea de la FIFA que rechazan la xenofobia y la discriminación.
A finales de
septiembre de 2003, desde la Escuela de Árbitros exigieron su baja y el Comité
Ejecutivo de la AFA accedió a la solicitud. “La separación se debe a aspectos
físicos y evaluaciones técnicas, dentro del marco legal y convencional”,
argumentaron a través de un comunicado oficial.
El susto que
le provocó la expulsión del arbitraje, cuando tenía en mente seguir dirigiendo
una década más, fue terrible. Además, sufrió la ruptura definitiva de la
relación con la pareja que tenía desde hacía unos siete años. Y cabe destacar
que la misma generosidad que mostró con sus compañeros se replicó a nivel
familiar, cuidando a sus padres y a un hermano que padecía esquizofrenia y
necesitaba medicamentos que pagaba religiosamente. Necesitaba aclarar su cabeza
lo antes posible.
Su ego y
estilo de vida se vieron gravemente afectados. De estar en televisión y
protagonizar todos los fines de semana a ser prácticamente un desconocido. De
vivir con 100 a vivir con 30. De haber dedicado gran parte de su vida a una
carrera y verse obligado a dejar la profesión. Se dio cuenta de que había
tenido muchos «Amigos del campeón», esos que solo aparecen en los buenos
tiempos. Su mundo se estaba desmoronando y no sabía cómo arreglárselas. Todas
las fichas cayeron a la vez. Fueron demasiados golpes juntos para alguien que
pedía afecto y moderación.
A principios
de 2004, realizó la mudanza y se instaló en Córdoba, donde se refugió con unos
amigos. La ciudad era óptima para él porque le gustaban sus aires, pensaba que
se sentiría contenido y se alejaría del foco de atención. Disfrutó durante las
primeras semanas de su tiempo libre e incluso asistió a algunos partidos de
Talleres y Belgrano en el estadio Mario Alberto Kempes, entonces llamado
Chateau Carreras. Incluso dedicó algún tiempo a la religión, asistiendo a misa
en una iglesia católica de la capital cordobesa. Las cartas mentían.
Con algunas
deudas y devastado emocionalmente, Madorrán se quitó la vida el 16 de julio de
2004 en el Parque Sarmiento de Córdoba
Sus íntimos
destacan un terrible detalle: tenía todo tan fríamente calculado que disparó la
pistola Beretta apoyando la punta en su paladar en dirección norte, una
ejecución altamente efectiva que no deja lugar al fracaso. Eligió la pérgola
del Parque Sarmiento Cordován porque era un lugar que tenía contacto visual con
el apartamento del amigo donde vivía y donde dejó dos cartas: una para su abogado
y otra con instrucciones.
El mundo del
arbitraje y el fútbol aún lamenta la pérdida de Fabián Madorrán, quien tenía
una historia que invita a la reflexión.
Fuente: EXPLICA
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